Valdivia había vivido una tranquila
jornada después del Ejercicio General que los Cuerpos de Bomberos realizaron en
la primera cuadra de calle Picarte el 5 de diciembre, paradójicamente, frente
al lugar del siniestro que se avecinaba. Durante el último año se había
instalado una red de captación de aguas, muy necesaria para la época, ya que no
se contaba con una red adecuada.
Nada hacía presagiar que la pujanza
de la ciudad de Valdivia se enfrentaría a su más grande prueba, la que
acarrearía grandes cambios en la ciudad y su población.
Eran las 00:30 de la madrugada del 13
de diciembre cuando un incendio estalló en la propiedad de Maximiliano
Montesinos, ubicada en la primera cuadra de Picarte, a la altura del Nº 323, en
la acera sur, y que era arrendada por el matrimonio Seiter - Gross, que a la
fecha se encontraba deshabitada. El Cuartel General de Bombas daría la alarma y
la Iglesia San Francisco tocaría sus campanas. Acudirían todas las compañías de
bomberos de la ciudad, pero al comenzar a trabajar se darían cuenta que la red
de captación de agua tenía las cañerías rotas, lo que demoró la pronta labor
bomberil para sofocar el incendio. De la pastelería Seiter el fuego avanzaría a
la tienda “La Exposición”. En otro sector, cercano a la Aduana, se encuentran
con las llaves del agua tapadas por la mercadería del lugar. La falta de tomas
de agua y el viento imperante a esa hora hacen que la labor de lucha contra el
fuego sea infructuosa y éste se expanda a los edificios de la acera de
enfrente.
Las llamas consumirían completamente
la primera cuadra de Picarte (por ambos lados de la calle). Arrasarán el Protectorado
de Indígenas, la tienda “El Baratillo” de Saralegy y Cía, la sastrería
“Elegante” de Seydel y Weber, la casa de don Alberto Wachsmann, el edificio
Hettich, el Gran Hotel Moderno y la casa del intendente interino Luis Bianchi
Tupper.
Pronto caían reducidas a cenizas las
oficinas comerciales de don Carlos Bischoff, la casa habitación y gabinete del
doctor Adolfo Necker y el Banco Alemán Transatlántico. Todo lo perteneciente a
este último había sido rápidamente trasladado al edificio de material sólido
construido al lado de la misma institución. Esta construcción maciza sirvió
también para detener por ese lado el violento avance de las llamas.
Por el lado opuesto, el incendio
consumía las casas habitaciones de don Alfredo Wachsmann y de don Guillermo
Hefman y de la botica de don Teodoro Noelke.
Desde este punto las llamas cruzaron
la calle invadiendo el Hotel Becas, la peluquería “Alemana”, la fábrica de
Coronas, la casa del corredor de comercio Ernesto 2° Piwonka, y la pastelería
“Zimmer”. De la pastelería “Zimmer”, el fuego siguió a la sastrería”
“Rothgaenger”; a la peluquería “Central”; a la tienda “Las Novedades” de don
Segismundo Gunckel; al depósito de fonógrafos; al estudio del abogado don
Manuel Silva Vera; a la “Librería Universal”; a la tienda de don Justo
Villabeitia y a una relojería. También quedaron destruidos los departamentos
particulares de los señores Rothgaenger, Gunckel, Silva Vera, Saladino Guarda y
Jiménez. Del Hotel Becas, hacia la calle Camilo Henríquez, las llamas devoraron
otras dos casas de dos pisos, de modo que resultó destruida de forma íntegra la
manzana de ese lado que da a la plaza.
Hacia el lado de San Francisco el
fuego fue detenido en la casa esquina de la calle Arauco, ocupada, en los
bajos, por las oficinas técnicas de Misa y Cía, y, en los altos, por don Juan
Bautista Fuenzalida, recibiendo ambos serios
perjuicios. Pero el voraz avance de las llamas se reinició al frente, en forma
violentísima, consumiendo en pocos minutos las habitaciones de don Germán Borneck,
la sombrerería de don Luis Klapp, la imprenta de “El Comercio” y los talleres
del diario del mismo nombre.
Desde aquí el fuego se bifurcó en dos
brazos hacia la mueblería “La Proveedora del Hogar”, sucursal de la de
Concepción, y hacia el almacén “Schmidt”. Esta acera quedó pronto despejada. A
continuación el fuego siguió su avance por la calle de San Carlos devorando en
su furia las casas Duncan Fox y Cía, Valck y Kaehni, Prochelle y Einicke y
Avelino Molina.
Luego la hoguera atravesó nuevamente
la calle para destruir el almacén de música y librería de don Carlos Balling,
la sastrería de don Juan Crass, la casa habitación de don Patricio Aguayo, las
oficinas habitaciones y negocios de Russo y Saelzer, Jorge Saelzer y Otilia
Saelzer. También ardió un edificio de cuatro pisos de la viuda de Kunstmann.
El incendio siguió hacia diversos
negocios pequeños y consumió la tienda Uthemann, una joyería, una botería
recién instalada, la tienda de don Carlos Riedel, la oficina del dentista señor
Gunckel, la casa mayorista de los señores Mally y Reccius, y la librería y
almacén de novedades de don Pablo Springmüller y Casa Carstens. Desde allí el
fuego saltó a la acera opuesta, destruyendo con gran rapidez y a puertas
cerradas, las oficinas y talleres de “El Correo de Valdivia” y las habitaciones
de su propietario, cuyo seguro total apenas alcanzaba a los 20.000 pesos.
Acto seguido, las llamas abrazaron el
edificio de don Carlos Bartsch, y siguieron por la calle de San Carlos hacia el
río sin perdonar nada a su paso; otro tanto ocurría por la calle de Maipú.
De la tienda de Riedel el fuego pasó
al palacio obispal. Lo destruyó integro, así como la iglesia matriz, cuya torre
ardió en lo alto por breves instantes, y luego se derrumbó estrepitosamente al
suelo.
En la calle de la Independencia
cayeron también la Gran Mercería Saelzer y Schwarzenberg; la talabartería
Fuchsloser; las oficinas del martillero don Eudaldo de Echeñique, las del
dentista Briede, la botica de don Pablo Anwandter, el almacén de don Enrique
Poehler, la joyería Henzi, la botica de don Carlos Rachel, el almacén de cueros
y talabartería de don Luis Deppe, el Banco de Chile y Alemania, el Club
Central, el Club y Teatro Alemán Unión, la administración de Correos, el
cuartel de policía, las oficinas parroquiales, la imprenta del diario “La
Aurora”, la botería de José Pérez, las oficinas de la Aduana y Tesorería
Fiscal.
A esa hora, 8 a 9 AM, la avalancha de
fuego siguió por todos lados, destruyendo los negocios, casas particulares y
oficinas, hasta que brotó nuevamente en la Plaza de la República, causando
graves estragos, dejando en el suelo los edificios de las cuatro manzanas
adyacentes con contadas excepciones, alcanzando las riberas del río, donde se
encontraban los almacenes y bodegas de las casas mayoristas de la ciudad.
Empezó por los galpones de la Aduana, siguiendo por el Hotel
Castaing abarcando hasta la casa Williamson Balfour y Cía.
En todo este trayecto cayeron las
casas mayoristas de don Víctor Vogt, Gratenau y Cía, Martens y Roepke y Cía,
Anwandter y Bentjerodt, W. R. Grace y Cía, etc., etc., en suma, el comercio más
importante de esta plaza.
También se incendio el gran depósito
de la Compañía Cervecera de Valdivia, el gran hotel Colón y cien
establecimientos más. Hubo algunos puntos en que ardió el malecón mismo.
Las llamas incluso alcanzaron hasta
algunas lanchas en que se había amontonado una considerable cantidad de
mobiliario, incendiándolas y hundiéndolas; el fuego no respetaba nada y poco
faltó para que alcanzara hasta la Isla de la Teja.
Durante este periodo algunos
comerciantes y voluntarios bomberiles tratarían de detener el fuego con
dinamita en ciertos sectores para que el resto de la ciudad no sucumbiese,
labor en la que destaca el voluntario de la 4ª Compañía, Adolfo Scheihng Kurz.
También, pero en calle San Carlos, aconteció otro hecho heroico, poco conocido
hoy en día. En aquel lugar se encontraba la casa, leñera y bodega de la familia
Walper Fiegelist. Estas dos últimas estructuras estaban separadas de la casa
familiar por un amplio patio, las cuales sufrirían los embates del fuego. En
ese lugar y para controlar el avance del incendio los Walper Fiegelist
dispusieron de una bomba a vapor, de su propiedad, la cual contuvo el incendio,
salvando así la casa de calle San Carlos, además de la casa Hoffman ubicada en
calle Yungay.
La gente que logra escapar de las
llamas rescata con dificultad algunas de sus pertenencias y, creyendo ponerlas
a salvo, las evacua en lanchas y embarcaciones que aguardan en el río hacia la
Isla Teja, pero la radiación provocada por el incendio alcanza con sus lenguas
de fuego las embarcaciones, incluso algunas casas de la Isla Teja sufren por
las llamas.
A mediodía los edificios de tres o cuatro pisos comenzaban a
desplomarse por la avenida Prat. La pesadilla finalizaba.
Se habían consumido por las llamas
unas dieciocho manzanas (algunas fuentes hablan de veinte) del centro histórico
de Valdivia: Palacio Episcopal, las oficinas de la Aduana, Iglesia Matriz,
edificio de Correos y Telégrafos, el Mercado, el depósito de Cervecería
Anwandter, el Banco de Chile y Alemania, las imprentas de los diarios “El
Correo de Valdivia” y de “La Aurora”, Casa W. R. Grace, Casa Gratenau. De la
casa Wachsmann sólo quedó la fachada en pie; el Hotel Castaing, el Gran Hotel
Colón de Alfredo Schuster Leiva, el Hotel Moderno, el Club Alemán Unión y los
almacenes de la Aduana fueron reducidos a escombros. Milagrosamente habían
salvado de las llamas los edificios de los Bancos Alemán Trasatlántico y el
Banco de Chile.
Cabe recordar que el edificio de la
Intendencia Provincial se encontraba en construcción, por lo cual no sufrió
daños considerables y pudo continuarse su construcción después de unos meses de
paralización.
Al siniestro acudieron además de las
1ª, 2ª, 3ª, 4ª, 5ª, 6ª y 7ª compañías de bomberos de Valdivia, voluntarios de
la 1ª compañía de La Unión, de la 2ª y 3ª compañías de Osorno, de la 2ª
compañía de Temuco, 1ª compañía de Gorbea y Loncoche, además de personal de la
maestranza de ferrocarriles y del ejército. Los voluntarios de las compañías
valdivianas sólo podrían dedicarse, a raíz de la falta de agua y pérdida de
material, a labores de rescate de personas en viviendas y edificios.
El accionar de bomberos de La Unión,
por ejemplo, fue ejemplificador al momento de realizar su labor. Luego de
llegar a la ciudad la bomba a vapor “Presidente Pedro Montt” realizaría una
agotadora labor de lucha contra el fuego durante 18 horas seguidas. Esta unidad
sería llamada cariñosamente por los valdivianos “La Teterita”.
“Sus materiales quedaron
inutilizados o muy averiados. Verdaderas oleadas de fuego pusieron en
peligro la vida de los voluntarios, los cuales envueltos en un mar de llamas
que pasaban sobre sus cabezas y que se estrellaban en los edificios, tuvieron
que retroceder varias veces, perdiendo parte considerable del material”.
(Extracto de Informe al Superintendente de Bomberos de parte
del Comandante del Cuerpo de Bomberos, Santiago Schüler).
Los héroes de la jornada serían los
voluntarios valdivianos, donde destacaron: don Teodoro Rudloff Schmidt, de la
Primera Compañía; don Santiago Adriasola Smith, de la Segunda Compañía; don Max
Riedemann Braüning, de la Sexta Compañía y don Prudencio Garrido Salazar, de la
Quinta Compañía.
Labor
del Cuerpo de Bomberos de Valdivia Informe al Superintendente de Bomberos
Señor Superintendente:
En cumplimiento de una orden verbal
suya, tengo el sentimiento de dar cuenta a Ud. que con fecha 13 del presente
mes, se desarrollo en esta ciudad un violento incendio que destruyó el barrio
comercial, el más densamente edificado, el más valioso de ella y puso la
población entera en serio peligro de desaparecer presa de las llamas. A las 12
horas la campana del Cuartel de Bombas daba la señal de haber aparecido el
fuego en el segundo cuartel. Con la debida presteza acudieron las Compañías al
lugar amagado y al llegar vieron que la casa de don Maximiliano Montesinos
estaba totalmente abrazada. Mientras las bombas a vapor buscaban su colocación
en la orilla del río para aprovechar la cañería de hierro que el Cuerpo dispone
para estos casos, hubo de echarle mano de los grifos de agua potable, armando
sus mangueras la 1ª Compañía frente a la casa del señor Pentz, en la calle
Picarte; a la 2ª Compañía, frente a la casa del señor C. Bischoff, calle
Picarte; la Cuarta Compañía, en frente a la casa del señor Uthemann, calle de
San Francisco; la bomba de la misma Compañía se colocó en el pozo de la Plaza
de la Republica, calle de Maipú.
Debo adelantar al señor Superintendente
que esta Comandancia, previniendo la posibilidad de un siniestro en la manzana
en que estalló el fuego, manzana Nº 332 del plano adjunto, la cual estaba
enteramente ocupada por valiosos edificios de considerable altura,
principalmente por el costado que mira hacia la Plaza de la República, había
efectuado ocho días antes un ejercicio combinado con las Compañías 1ª, 2ª, 3ª,
4ª y 5ª, de modo que los lugares más accesibles para hacer un trabajo
provechoso eran conocidos de los bomberos y fueron aprovechados con oportunidad
desde los primeros momentos.
Al
tomar colocación la bomba de la 1ª Compañía frente a la Plaza de Pedro de
Valdivia halló que las llaves de las cañerías estaban rotas, lo que dificultó
enormemente la operación de dar agua, perdiendo así de diez a quince minutos,
tiempo que hubiere sido precioso en estos supremos instantes en que, incapaces
los grifos del agua potable para mantener a raya de fuego, iba éste ganando
terreno con mucha rapidez favorecido por una fuerte brisa del sur de la
estructura misma de las casas contiguas a la del señor Montesinos, todas ellas
altas y de material ligero, sin murallas cortafuegos y comunicadas entre si por
una intrincada red de construcciones que se prolongaban en todos sentidos, poniendo
en contacto una casa con otra sin dejar espacios vacantes donde establecerse un
servicio eficiente para impedir la prolongación del fuego. La Comandancia
atribuye la ruptura de las llaves a que han hecho referencia a la imprudente
descarga de mercaderías que se practica en el muelle, corroborando esta opinión
el hecho de que al buscar la bomba de la 2ª Compañía su colocación en la orilla
del río encontró que la cañería en que le correspondía trabajar estaba bajo
numerosos bultos de la Aduana, bultos que fue necesario remover con apreciable
pérdida de tiempo.
Estas dificultades inesperadas y las
que se han señalado anteriormente explican hasta cierto punto que el fuego
tomase gran incremento avanzando hacia el este, oeste y hacia el norte,
saltando por este lado a la casa habitación del señor Luis Bianchi, desde donde
se prolongó a las contiguas del este y del oeste del señor Bischoff y de la
viuda Straub. Agrandando de este modo el circulo de fuego, la 1ª Compañía
defendió con éxito con dos pistones colocados al oeste de los edificios,
situados a este lado; la 2ª atacó con dos pistones, uno por la calle de Arauco
hacia el interior de la manzana y por la parte posterior de los edificios
incendiados, y otro por la calle Camilo Henríquez frente al Hotel Moderno de
don Félix Corte, que ya estaba amenazado por el fuego; la 4ª Compañía, extendió
su material por el interior de la casa del señor Hettich para impedir que el
fuego que consumía la casa de don Segundo Ramírez se comunicara a ésta y otro
pistón se colocó en el interior del Hotel Moderno que, como ya queda
dicho, estaba en contacto con las casas adyacentes por un cañón de edificios
que corría de este a oeste.
La
7ª Compañía y mangueras de otras acopladas en los grifos del agua potable
impidieron en gran parte que el fuego que destruyó las casas de los señores
Bianchi y Bischoff se propagara por el interior de los sitios hacia el norte;
pero el principal baluarte que tuvo la ciudad por ese lado fue la sólida
construcción del Banco Alemán Transatlántico que, con sus techumbres ocultas
tras gruesas paredes de ladrillos, interrumpió la marcha de fuego sin
presentarle punto vulnerable; gracias a esta señalada circunstancia el pueblo
se ha salvado en gran parte. Circunscrito el fuego a la parte occidental de la
manzana 332 y atacado en la forma que se ha descrito, la bomba de la 6ª
Compañía llamada oportunamente entró en acción en estos momentos tendiendo su
material por la calle Maipú directamente desde el río y atacando el incendio
por el lado oriente de la Plaza de la República. Todos los esfuerzos de los
voluntarios fueron impotentes para detener la marcha del fuego en esa manzana.
El viento sur arreciaba por momentos y atizaba la inmensa hoguera, la cual
corrió un poco hacia la calle de Arauco, destruyendo en breve el almacén de los
señores Wachsmann y Cía., la casa de los señores Hettich, Corte, Wachsmann y
Heufemann. La altura de los edificios incendiados y la estrechez de la calle
Camilo Henríquez que no tiene más de diez metros de ancho al lado sur de la
Plaza, hicieron infructuosos cuantos esfuerzos hicieron los voluntarios y puede
decirse sin exageración que el fuego saltó sobre ellos prendiendo fácilmente en
el Hotel Becas, la casa habitación del señor Carlos Ewertz (manzana Nº 328), la
cual fue pronto destruida a pesar de la enérgica defensa que en ella hicieron
los bomberos, parte de los cuales (2ª y 4ª Compañías) tuvieron que contener el
avance lateral del fuego por la calle de Arauco, salvando así las casas de los
señores Bennett, Pabs, Westermeyer y Kuhl. Antes de ser totalmente consumida la
manzana Nº 328, el fuego pasó a las dos del frente Nº 316 y Nº 324 saltando la
calle San Francisco; pero los bomberos lograron después de un penoso batallar
cortarlo en la manzana Nº 316 antes de llegar al almacén de los señores Mally y Reccius y Riedel. Mientras tanto el
incendio avanzaba en la manzana 324 vivamente atacado por todos lados, logrando
circunscribirlo por cortos momentos en la extensa casa de propiedad de don
Gustavo Prochelle. Pero este triunfo fue desgraciadamente pasajero, pues
extendió su material por el interior de la casa del señor Hettich para impedir
que el fuego que consumía la casa de don Segundo Ramírez se comunicara a ésta y
otro pistón se colocó en el interior del Hotel Moderno, que como ya queda
dicho, estaba en contacto con las casas adyacentes por un cañón de edificios
que corría de este a oeste.
Las
llamas invadieron simultáneamente las manzanas 320,
321, 316 y 404 y de estos momentos ya que no fue posible seguir la marcha de
aquella avalancha de fuego que, superior a toda descripción arrasó cuanto
encontró a su paso, devorando en corto espacio de tiempo todo el barrio
comercial. Sin embargo la labor de los voluntarios no desmayo un solo instante
y defendió palmo a palmo las propiedades, aunque perdiendo en cada jornada
parte del material, por la rapidez increíble del siniestro, activado por un
verdadero volcán de humo y fuego. Así se perdieron las manzanas 308, 232, 306,
304, 302, 227, 325, 230 y parte de la Nº 125, librándose lo que queda de ésta y
de la Nº 230, gracias a los esfuerzos de los voluntarios ayudados muy
eficazmente por los obreros de la maestranza de ferrocarriles, que dirigidos
por sus jefes señores Moraga y otros, derribaron algunas casas con el fin de
cortar el fuego por el lado norte hasta la calle Carampangue, donde se detuvo a
las 11:30 horas contenido por pistones de la 1ª y 2ª Compañías y por el este
hasta la calle del Toro donde trabajó muy acertadamente la 4ª Compañía.
No quería concluir este informe señor
Superintendente, sin advertir a Ud. que las distintas Compañías que forman el
Cuerpo de Bomberos han quedado sin material con que combatir un nuevo
siniestro, sin que pueda precisar por el momento el numero de especies perdidas
o deterioradas ni su valor aproximado. Debo señalar al mismo tiempo, que con
motivo de esta catástrofe se ha puesto en evidencia la necesidad de suministrar
mayor cantidad de agua a los estanques del agua
potable, pues a las pocas horas de producido el incendio, los grifos de esta
cañería no tenían agua suficiente ni para alcanzar el alero de una casa de un
piso.
Al terminar señor Superintendente
debo manifestar que la disciplina de los voluntarios ha sido enteramente
correcta; todos han trabajado con decisión y constancia, en medio de una
catástrofe sin precedentes en nuestro país.
Cábeme finalmente expresar mis
agradecimientos a los Cuerpos de Bomberos de La Unión, Osorno, Temuco, Gorbea y
Loncoche, que acudieron a ayudarnos en los últimos momentos del siniestro
cuando los voluntarios de las Compañías a mi mando estaban rendidos casi por un
trabajo extraordinario, soportado en medio de las más penosas condiciones.
Saluda al señor Superintendente, (Fdo.): Santiago Schüler,
Comandante.
Valdivia, diciembre 31 de
1909.
El presente informe es
colaboración de Boris Borneck Bielefeldt.
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